lunes, 12 de mayo de 2008

Topos


Paso tanto tiempo en los vagones del metro que a veces me he descubierto intentando abrir la puerta de casa con el abono mensual.
Me divierten las distintas especies casi humanas que encuentro a diario bajo tierra. Como el Pescador de Frases, ese fisgón que se asoma por encima de los hombros y durante unos segundos comparte lecturas ajenas. En realidad le da igual Noah Gordon, Kent Follet o el Marca (especies que abundan en nuestros ríos suburbanos), el caso es conseguir frases (luego las suelta otra vez a la corriente del capítulo o artículo, lo que a veces llega a ser percibido por el lector propietario, porque estas frases se vuelven huidizas dentro del párrafo al que pertenecen y ya no hay quien las lea).
Los más expertos utilizan técnicas robadas a la tauromaquia, como el volapié. En estos casos, en lugar de lanzar la caña desde tu espalda, utilizan unos estoques especiales para ensartar palabras. Te encaran de frente, aprovechan cualquier balanceo del vagón para sobrevolar los pitones del libro y con un rápido giro del torso, capturan una frase despistada.
Pero he descubierto varios puntos flacos de pescadores y toreros. Los unos se quedan sin cebo y los otros pinchan en hueso cuando se enfrentan a:

  • Oraciones con varias comas y paréntesis.
  • Poesía.
  • Autores muertos.

1 comentarios:

A las 14 de mayo de 2008, 22:00 , Blogger Duque de Marmarosa ha dicho...

Cuando monte en metro y decida hacerme compañía de alguna lectura, ésta será de Rimbaud. Así creeré, siguiendo tu recomendación, estar a salvo de esa especie de ladronzuelos del subsuelo.

 

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