sábado, 10 de enero de 2009

One and one don´t make two, one and one make one (VI)


... on the ground... Anduve unos minutos calle abajo, divagando sobre la letra de aquella canción, con las manos metidas en los bolsillos y con la mirada fija en las baldosas de la acera. Efectivamente, no sabía dónde estaba mi mente, aunque me conformaba con saber que era mía, que era su único dueño, no era ajena, me pertenecía solo a mí. Quizás últimamente no estuviese muy sana, pero no sería nada irreversible-me decía. Escuché tres veces seguidas la canción, mientras seguía andando a paso lento, como el que no va a ningún sitio. Eché entonces la vista atrás, hacia la puerta del club, para ver si ella había salido, pero no había rastro (me alegré), así que decidí parar un taxi. “Buenos tardes, por favor lléveme a los estudios de la TV”. Ahora no la podía ver, pero me la imaginaba dando paso a una y otra noticia. Llegamos hasta el otro extremo de la ciudad y una vez allí, en la puerta de los estudios, quise permanecer en el interior del taxi observando la puerta. Pasó mucho tiempo, no sabría decir cuánto, estaba desorientado, sólo pensaba y pensaba: unas veces era ella, otras la agencia, otras la chica de la tele… Me repetía que era absurdo estar allí esperando, pero ¿qué otra cosa tenía mejor que hacer? Era ridículo, la chica podría salir por otra puerta, o podría tardar horas en salir, o quizás saliese en coche por el garaje. Pedía al taxista que fuese paciente y que no se preocupara por cobrar la carrera. Cambió de emisora de radio varias veces, parecía inquieto y, sin embargo, no se atrevió a darme conversación, quizás mi cara le asustase. Yo le miraba de vez en cuando a los ojos, reflejados en el retrovisor, pero nunca se cruzaron nuestras miradas. Después de mucho tiempo esperando la chica salió y mi corazón empezó a latir con fuerza…

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